
Nuestro presidente, D. José Antonio Puente, dirige esta carta al maestro Jesús Hermida.
Querido maestro:
Nos has dejado, huérfanos, casi desvalidos, hemos perdido una guía en este mundo confuso de la comunicación, nos quedaremos buscando nuevos patrones consistentes, que todavía no han aparecido, o a nuevos maestros que nos den luz en la tiniebla de espacios y mensajes fragmentados en la que ahora vivimos.
Pero nos dejas mucho, una inmensa herencia, las mejores páginas de la televisión y, también, de nuestra historia reciente, escritas con tu inconfundible voz, dibujadas con tu característica expresividad, enfatizadas con tus sonoros silencios y siempre subrayadas con la verdad y la honestidad de quien siempre ha mirado con ojos sinceros, y de frente, al espectador. Supiste estar como nadie a nuestro lado, en la intimidad de nuestros hogares, sin molestar, informándonos y entreteniéndonos, estimulando y excitando nuestro pensamiento. Desde lugares lejanos y cercanos nos diste la noticia de la mejor forma, siempre en su punto de objetividad. Tus minutos de frente al espectador eran de gloria, un regalo de los dioses que siempre agradeceremos.
Cada profesión tiene a alguien que rompe el molde, y para siempre, un ejemplo a seguir por todos. Personas que nos proporcionaron una perspectiva única desde la que observar y entender el mundo. Seres humanos que nos mostraron que no había límites, que nos inspiraron para continuar y seguir creyendo en que el hombre puede llegar más lejos, más alto, y más allá de las fronteras que previamente los demás nos habíamos marcado. Pioneros de lo nuevo, guías de caminos inexplorados para llegar donde los demás no pudimos imaginar. Gracias, querido amigo, por llevarnos tan lejos, por hacernos soñar.
La Televisión te lo debe todo, en ella lo has hecho todo, y bien, la has honrado, respetado, admirado, mimado, violentado cuando era necesario para mejorarla, y amado tanto que, los que tuvimos el privilegio de oírte hablar de ella, no pudimos más que amarla.
Tuve el privilegio de tu amistad, la enorme suerte de andar una parte de tu camino a tu lado, por eso hoy, maestro, no quiero estar triste y prefiero recordar, tú sabes por qué, aquello de “siempre nos quedará París”.
Gracias, Maestro.